El 17 de octubre dividió al peronismo. Los Kirchner estuvieron con Moyano. Y la CGT se acercó a Massa. Pelean por las listas de candidatos para el 2023, en un país cada vez más empobrecido.
De un lado están Cristina Kirchner, su hijo Máximo y el kirchnerismo sindical. Y del otro están los eternos jefes de la CGT, a los que la inagotable picarezca peronista bautizó con el nombre de “Los Gordos”
Lo que va quedando claro con los años es que esta fecha jamás será el día de la concordia, porque en cada una de esas tribunas aprovechan para destrozar al adversario peronista de turno.
A un año de las elecciones presidenciales, la última batalla del peronismo quedó sentenciada el 17 de octubre. De un lado están Cristina Kirchner, su hijo Máximo y el kirchnerismo sindical. Y del otro están los eternos jefes de la CGT, a los que la inagotable picarezca peronista bautizó con el nombre de “Los Gordos”. Eran épocas en que el exceso de peso era sinónimo de prosperidad. No había bulliyng ni morfina con los muchachos de antes.
El acto de “Los Gordos” fue en el estadio Obras Sanitarias. Lo presidió Héctor Daer, de Sanidad, pero el reclamo más fuerte hacia Cristina lo hicieron Gerardo Martínez, del gremio de la Construcción, y Andrés “El Centauro” Rodríguez, de los estatales de UPCN. Los dos llevan 32 años al frente de sus sindicatos. Si los conociera, Vladimir Putin les pediría la receta de la eternidad. El jerarca ruso apenas lleva 18 en el poder y, si logra sobrevivir y concretar el genocidio de Ucrania, planea quedarse hasta 2036.
“Los Gordos” no perdieron demasiado el tiempo con el perjuicio que la inflación le provoca a los salarios de los trabajadores. La obsesión evidentemente es con el poder. Gerardo Martínez pidió que, en las boletas electorales del 2023, no los dejen afuera.
“Queremos poner concejales, legisladores provinciales, diputados y senadores nacionales”, enumeró Martínez con precisión de ingeniero en datos y para que nadie se confunda.
“Ambicionamos estar en la mesa de decisiones; no nos pueden dejar al margen. Está claro, queremos cargos. Pero no queremos más cargos a dedo”, aclaró Andrés Rodríguez, con idéntica claridad conceptual. Cargos si, pero no con el dedo kirchnerista. Argentinos, a las cosas. Ortega y Gasset estaría orgullo.
La respuesta llegó un par de horas después, desde la Plaza de Mayo. No esta Cristina, claro. Era Máximo Kirchner el que presidía el escenario, rodeado por los gremialistas que prefieren el cobijo kirchnerista. Hugo Yasky, de la CTA; Roberto Baradel, el sindicalista docente que nunca fue maestro; y la gran sorpresa: Pablo Moyano, el camionero que heredó el gremio de su padre Hugo y se aleja de la CGT para sumarse a la epopeya incierta del kirchnerismo. En un año sabrá si acertó o si se equivocó feo.
“El desafío por delante no es ver quién tiene lugar en las listas”
“El desafío por delante no es ver quién tiene lugar en las listas”, arrancó Máximo, el encargado de anotar con una birome el nombre de los que quedan en las listas de candidatos que bendice Cristina en cada elección. Y enseguida le apuntó al lugar que más les duele a los gremialistas. El de los retrasos salariales.
“Los mismos trabajadores que aceptaron durante la pandemia un descuento en el salario, entendiendo que al no asistir a su trabajo era la mejor manera de contribuir a la Patria, esos trabajadores son los que hoy están esperando de una buena vez que dejen de traicionarlos porque son difíciles las peleas.
Con esas palabras, el hijo de los Kirchner los acusaba de traidores. Una escarapela que ningún sindicalista veterano quiere que le cuelguen, y mucho menos en el día de la lealtad.
No está mal el sinceramiento de los Kirchner y el de “Los Gordos” de la CGT. A esta altura, causa un poco de vergüenza que se arrojen unos a otros acusaciones por la situación de los salarios, las jubilaciones, el impuesto a las Ganancias o el costo de vida.
Sobre todo porque ninguno de ellos sufre las privaciones por las que pasan quienes deben soportar cada día el desgaste de la inflación, la suba de las tarifas de la luz o del transporte, y la estampida de precios cada vez que se disparan los múltiples dólares con los que el peronismo ahoga al mercado financie
Los Gerardo Martínez, los Armando Cavalieri, pero también los Moyano, exhiben la solidez de sus patrimonios acumulados durante tres décadas y nunca expuestos ante el Estado porque ninguno de los gobiernos pudo aprobar jamás las leyes para que los sindicalistas deban hacer públicas sus declaraciones juradas.
El último escándalo lo tuvo como protagonista a Andrés Rodríguez. Mientras “El Centauro” reclamaba más lugares en las listas de candidatos y acusaba al Fondo Monetario de los males de la Argentina, en las redes sociales se hacían virales las fotos y los videos del Audi 6 del que se bajó para entrar caminando a Obras Sanitarias. Una joya de la industria automotriz alemana que ronda los 180.000 dólares si se la compra cero kilómetro.
Del otro lado, tampoco se puede tapar el sol con las manos. Máximo declaró un patrimonio de 523 millones de pesos en la última presentación ante la Oficina Anticorrupción, la mitad de la herencia familiar que le cedió Cristina a cada uno de sus hijos en 2016. De todos modos, la Vicepresidenta logró sumar desde entonces algunos ahorros que le permitieron llegar a un poco más de 48 millones, según la declaración más reciente.