Por Nahuel Palomo, Militante:
Las banderas flamean, los bombos retumban, los trompetistas hacen su magia, y el olor de la famosa achura cocinándose se pone la pilcha de fragancia. Se venden remeras con caras de personas que cambiaron la historia, pilusos con iniciales y pines para bordar y decorar mochilas. Se pide permiso para caminar, se mandan mensajes de “compa, ¿dónde estás?” – “enfrente de la bandera de/con la columna de/abajo del cartel de”.
Casi siempre, los dos interlocutores se mueven al mismo tiempo. Se hace complejo. Pero no importa, porque el verdadero encuentro va más allá de lo físico. En este día (y cada día) el encuentro es espiritual, como las amistades más verdaderas que perduran en el tiempo sin importar la frecuencia del contacto directo. No importa si no nos cruzamos con ese compañero. El solo hecho de saber que estuvimos allí nos alivia. Por más que no se lo vea ni se lo encuentre, se sabe que está cuidado y protegido por miles de compañeros y compañeras.
Hay familias, están quienes salieron rápido del laburo, hay estudiantes que se ratearon (quien no) y hay laburantes que se pidieron el día con la excusa de asistir. Están las infaltables y leales organizaciones políticas. Somos lo que somos y estamos orgullosos de ello. Preferimos resignar el presentismo, dejar de lado el tiempo familiar y comernos amonestaciones en la escuela. Pero también preferimos el encuentro. Amamos la cultura del encuentro con nuestros pares. Nos gusta abrazarnos, pero también nos gusta discutir. Pero más nos gusta ser protagonistas de estos encuentros fraternos y puros.
Las columnas avanzan. Algunos caminan. Otros saltan. Pero todos marchan
Las columnas avanzan. Algunos caminan. Otros saltan. Pero todos marchan. Caminamos hacia un lugar al que ya entramos unas cuantas veces. La Plaza de Mayo, físicamente, siempre está igual, no cambia a menos que le pongas rejas para que el pueblo no la disfrute. No importa, queremos ir hacia ese espacio público que lo sentimos como propio. Queremos pisar ese escenario de tantas batallas y conquistas sociales. En el fondo, nos sentimos protagonistas de la historia y revivimos las viejas (no tanto) luchas. Sin embargo, la Plaza de Mayo tampoco es el destino final. ¿Quién no conoce a un compañero o compañera que alguna vez haya marchado y no pudo entrar? No importa, la cuestión es cumplir con lo que sentimos. Y nosotros sentimos que hay que estar. Sentimos que revivir y cumplir nuestros mandatos históricos es un deber ético y moral. Después de todo, si no dejamos que nuestros sentimientos nos guíen, ¿qué estamos haciendo? Ojo, tampoco tenemos un listado detallado de por qué vamos. Si bien la doctrina rige el accionar del colectivo, cada uno tiene su razón para asistir. Por ello, somos un movimiento.
Las horas pasan. Nos encontramos a compas que hace rato no veíamos. Capaz nos cruzamos a algún dirigente, pero la magia de la plaza es igualadora. ¿Vimos a un viejo conocido del que no nos acordamos el nombre? No importa, le decimos compa. Nos compramos algo para comer o mangueamos algo. No importa, somos todos compañeros. Los oradores ya hablaron, algunos “entramos”. Otros prefirieron las avenidas o diagonales. Y, aunque sabemos que hay compas que por diversas cuestiones faltaron, no nos enojamos. Son como esos familiares con los que estamos peleados, pero que en el fondo no dejan de ser familia y que sentimos que van a estar para la lucha final. Nuevamente no reducimos el encuentro a lo físico.
El acto formal terminó. Pero no importa porque el 17 no empezó en el acto, sino en el primer “feliz día” por WhatsApp. Nos gusta quedarnos a bailar al compás de las trompetas y bombos. También nos gusta tocar el césped que vemos muy lejano cuando pasamos en el bondi. Amamos compartir mates y bebidas. Por supuesto que disfrutamos de cantar las canciones que nos aprendimos en nuestra primera plaza. Nuestra memoria es difícil de apagar porque la revalidamos todos los días. Este fuego interno que sentimos no termina con el último orador ni con la última estrofa de la marcha. En definitiva, este día no termina porque siempre lo tenemos presente.
Es el día más lindo del año y es una fiesta porque ese día comenzó la historia protagonizada por los marginados. Es una conquista porque se liberó a Juan Perón. El 17 no tiene comparación con ninguna fecha de una victoria electoral, ni con la de la promulgación de una ley transformadora. Vos podes ganar por una gran diferencia, pero eso no deja de ser algo transitorio y efímero. En cambio el nacimiento de un movimiento no se da todos los días. No todos los días te juntas a celebrar sin importar el resultado previo o posterior.
volvemos a nuestras casas más felices por habernos encontrado
Los autos ya circulan con normalidad. Los colectivos se vuelven a llenar. Y ahora volvemos a nuestras casas más felices por habernos encontrado. Volvemos a marchar, pero jamás hacia atrás. Ya estamos pensando en encontrarnos en la básica del barrio, o en hacer alguna actividad. La ciudad ahora parece aburrida y gris, ya no tiene nuestro color. Sin embargo, ¿saben qué? Las banderas siguen flameando.