La UCR tiene un siete bravo en la mano pero no sabe dónde ponerlo.
Más de 120 mil afiliados fueron a las urnas para definir una nueva conducción, que resultó en la llegada de Maximiliano Abad al sillón del comité Provincia y de Gastón Manes al frente de la estratégica convención
En su primer movimiento, Manes prestó nombre y recursos para que la UCR tuviera una interna vigorosa en plena pandemia. Más de 120 mil afiliados fueron a las urnas para definir una nueva conducción, que resultó en la llegada de Maximiliano Abad al sillón del comité Provincia y de Gastón Manes al frente de la estratégica convención.
Con ese colchón de legitimidad, hizo la segunda jugada: presentó una lista dentro de Juntos, cuando muchos dudaban de que se fuera a animar. Se anotó al frente y salió a competir en una cancha inclinada y regada en exceso por el aparato de comunicación macrista y el círculo rojo-amarillo. No le fue mal: Diego Santilli debió transpirar para ganarle la interna y ceder muchos lugares en las listas que resultaron triunfadoras en octubre.
Pocos repararon en que el efecto Manes pintó de rojo el mapa de la provincia de Buenos Aires, un escenario decisivo para cualquier elección. El radicalismo se volvió competitivo, de temer, y no perdió el tiempo: siguió disputando centímetro a centímetro el territorio bonaerense, ahora con la premisa de poner candidatos en todas las categorías en las elecciones de 2023.
Esto significa poner en jaque la estructura de poder que consolidó el PRO en las ciudades más importantes del interior, donde los intendentes son macristas. La Plata, con Julio Garro; Mar del Plata, con Guillermo Montenegro; Bahía Blanca, con Héctor Gay; pero también Olavarría, Azul, Junín y San Nicolás son ahora objetivos electorales de los boina blanca.
Nadie sabe cuál será el siguiente paso de Facundo Manes, que ya mostró que no tiene demasiado apego a las estructuras y que se siente en condiciones de decir lo que piensa sobre Mauricio Macri en el prime time de La Nación y TN, y afrontar las consecuencias.
El otrora neurocientífico tiene varias opciones y todas inquietan a los gobiernos de turno. Puede, por ejemplo, ponerse al frente de una precandidatura presidencial y enfrentar con buenas chances a un cada vez más radicalizado Mauricio Macri en una PASO. El expresidente está al acecho y busca un mano a mano con Cristina Kirchner. Plantear una estrategia de acuerdo al rival entraña sus riesgos.
Puede que Facundo Manes prefiera construir una alternativa por afuera, repavimentar la avenida del medio, y poner en jaque a los que construyen en los polos. Para los radicales, sería como patear el tablero de Juntos por el Cambio. Muchos se mueren de ganas. Si elige esa vía, hay un grupo de dirigentes descastados del peronismo que le quiere hacer la segunda.
Podría, aunque lo resista, “bajar” a la provincia de Buenos Aires, donde la UCR necesita candidatos potentes, instalados, decisivos, para sostener sus aspiraciones de llegar a la Casa Rosada el 10 de diciembre de 2023. Las elecciones bonaerenses no tienen segunda vuelta, con lo cual plantarse con 35 puntos es ser extremadamente competitivo.
Podría, aunque lo resista, “bajar” a la provincia de Buenos Aires, donde la UCR necesita candidatos potentes, instalados, decisivos, para sostener sus aspiraciones de llegar a la Casa Rosada el 10 de diciembre de 2023
Hay un grupo de dirigentes radicales que pregona los beneficios de la jugada. Y plantean que ningún candidato a Presidente es competitivo sin su correlato en la madre de las batallas. «Para nosotros, es lo mejor que puede hacer», se sinceró un alcalde del interior ante una consulta de este portal.
Además, si no es él, ¿quién? El nombre de Maximiliano Abad ya se deja leer en los pasacalles a los lados de las rutas. Otra posibilidad es que compita Gustavo Posse, resistido por algunos sectores de su propio partido.
Manes, por ahora, ignora esos pedidos. Sus posibles adversarios miran de reojo. Varios pueden perjudicarse con un movimiento así. Casi un tendal. Los primeros, Diego Santilli, Cristian Ritondo y el resto de los postulantes del PRO al sillón de Dardo Rocha. Segundo, el propio Axel Kicillof.